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Si no ha de ser diversa, no la llamemos filosofía

J.L. Garfield & B.W. Van Norden,* 2016

En los Estados Unidos, la gran mayoría de los departamentos de filosofía solamente imparte cursos de filosofías que tienen su origen en Europa y en el mundo anglosajón. Por ejemplo, de entre los 118 programas de doctorado en filosofía que existen en los Estados Unidos y Canadá, tan solo el 10% cuenta con un docente estable en su plantilla que sea especialista en filosofía china. La mayoría de departamentos de filosofía tampoco ofrece cursos sobre filosofía africana, índica, islámica, judía, latinoamericana, nativa americana o perteneciente a cualquier otra tradición ajena a Europa. De hecho, entre los 50 mejores programas doctorales de la esfera anglófona, solamente en el 15% había algún miembro estable del profesorado que enseñara alguna filosofía que no fuera occidental.

Dada la importancia que tienen las tradiciones no europeas tanto en la historia de la filosofía como en el mundo contemporáneo y dado el número cada vez mayor de alumnos provenientes de contextos no europeos que estudian en nuestras universidades, esto resulta sorprendente. Ninguna otra rama de las humanidades ejemplifica mejor la inatención sistemática que recibe la mayoría de las civilizaciones en este terreno. La actual situación difícilmente se justifica moral, política, epistémicamente o como una buena costumbre en términos de investigación y de docencia.

Nosotros, así como muchos colegas y alumnos, durante décadas hemos intentado persuadir a los departamentos de filosofía de Estados Unidos de que amplíen el canon de obras que enseñan; hemos instado a nuestros colegas a mirar más allá del canon europeo a la hora de enseñar e investigar. Si bien algunos departamentos de filosofía han diversificado algo sus currículos y aunque la American Philosophical Association ha ido abriéndose en sus programas a una representación más amplia de las tradiciones filosóficas del mundo, el avance ha sido mínimo.

Muchos filósofos y departamentos simplemente no atienden a los argumentes que están a favor de una mayor diversidad; otros responden con argumentos eurocéntricos que están ampliamente refutados. La profesión en su conjunto sigue firme en su eurocentrismo. Por ello, parece estéril insistir una vez más en los argumentos que están a favor de una diversidad mayor, no importa cuán convincentes nos parezcan.

Más bien pedimos a aquellos que de verdad creen que nos conviene organizar por completo la disciplina alrededor de figuras y textos europeos y estadounidenses, que persigan dicha agenda abiertamente y con sinceridad. Por tanto sugerimos que todo departamento que se dedique solo a ofrecer cursos de filosofía occidental cambie su denominación a «Departamento de filosofía europea y estadounidense». Este simple cambio de nomenclatura serviría para dejar claro el alcance y la misión de tales departamentos e indicaría a alumnos y colegas la verdadera naturaleza de sus compromisos intelectuales. No vemos ninguna justificación para resistirse a este pequeño cambio (aunque daremos buena acogida a los comentarios contrarios a este artículo), particularmente por parte de aquellos que suscriben, explícita o implícitamente, la orientación eurocéntrica. 

Algunos colegas nuestros defienden dicha orientación basándose en que la filosofía no europea solo pertenece a los departamentos de «estudios regionales» [en inglés, Area Studies] como los Estudios Asiáticos, Estudios Africanos o Estudios Latinoamericanos. A los que son de esta idea, les pedimos que sean coherentes con ella y sitúen también sus propios departamentos en el mapa de los estudios regionales. En este caso, como Estudios Filosóficos Anglo-Europeos.

Otros podrían oponerse al cambio aduciendo que no se puede tratar diferentemente a la filosofía ya que no hay departamentos de matemáticas o física euro-estadounidense. Eso es un vulgar sofisma. Las tradiciones filosóficas no europeas ofrecen soluciones particulares a problemas que trata la filosofía europea y estadounidense, señalan o esbozan problemas no tratados por la tradición euro-estadounidense, o discuten en mayor profundidad y ponen el acento en problemas filosóficos que son marginales a la filosofía anglo-europea. Otras culturas contemporáneas no practican las matemáticas o la física con un grado de diferencia que pueda ser comparable.

Para nosotros, naturalmente, rebautizar departamentos ni de lejos resulta tan enriquecedor como lo es de hecho ampliar los currículos y seguir usando la denominación «filosofía». La filosofía como disciplina padece una falta de diversidad en lo tocante a las mujeres y a las minorías infrarrepresentadas que se da entre estudiantes y profesores de todos los niveles aún cuando entre los estudiantes universitarios crece el porcentaje de pertenencia a dichos grupos. Parte del problema se debe a que los departamentos de filosofía se entienden no como otra cosa que como templos consagrados a lo logrado por varones de ascendencia europea. Lo que recomendamos es muy sencillo: los que se sientan a gusto con dicha percepción deberían confirmarlo de buena fe y defenderlo con honestidad. Si no pueden, les instamos a que diversifiquen sus plantillas y sus currículos.

Con esto no pretendemos despreciar el valor de las obras del canon filosófico contemporáneo: lo cierto es que no hay nada intrínsecamente equivocado en la filosofía escrita por varones de origen europeo pero la filosofía siempre se ha visto enriquecida a la par que devenía intrínsecamente diversa y plural. Santo Tomás de Aquino (1225-1274) lo reconocía al unirse a sus colegas musulmanes en la lectura de la obra del filósofo pagano Aristóteles, ampliando así el currículum filosófico de las universidades de su época. Esperamos que los departamentos estadounidenses de filosofía algún día enseñen a Confucio con tanta normalidad como ahora enseñan a Kant, que los estudiantes de filosofía acaben teniendo las mismas oportunidades de estudiar el «Bhagavad Gita» que de estudiar «La República» de Platón, que el experimento mental del hombre volador del filósofo persa Avicena (980-1037) sea tan conocido como el experimento mental del cerebro en una cubeta del filósofo estadounidense Hilary Putnam (1926-2016), que el examen crítico del yo realizado por el antiguo erudito de la India Candrakirti se estudie tanto como el que hizo David Hume, que nuestros estudiantes estén tan familiarizados con Franz Fanon (1925-1961), Kwazi Wiredu (1931- ), Lame Deer (1903-1976) y María Lugones tanto como lo están con sus igualmente perspicaces colegas del canon filosófico contemporáneo. Pero, hasta entonces, vamos a ser sinceros, reconozcamos la realidad y demos a los departamentos de filosofía europeo-estadounidense el nombre que certeramente les corresponde.

Ofrecemos un último consejo a los departamentos de filosofía que aun no se han sumado a la diversidad curricular. Por razones demográficas, políticas e históricas, el tránsito hacia una concepción más multicultural de la filosofía parece inevitable en los Estados Unidos. Atención al dicho estoico: «los hados guían a los que vienen por propia voluntad y arrastran a los que no».

(*) Ambos autores son profesores de filosofía y estudiosos en el campo de las filosofías orientales.

Translation info
Translator: Alexis Condori
Published: December 29, 2016 at 22:59 GMT
Last modified:
Canonical url: https://alexiscondori.com/translation/0004-no-diversidad-no-filosofia
Source: The New York Times